Damos comienzo al Ramadán, yendo por primera vez de sidrería en lunes al mediodía, y estrenando Ordizia y su sidrería Tximista.
Asistentes: Edu y Nesss
De comer, dos trozos de chorizo cocido (para nada txistorra), una tortilla de bakalao impresionantemente rica (parecía pequeña pero nunca hemos visto tanto bakalao en una tortilla, riquísima y buena ración), dos tacos hermosos de bakalao con pimiento verde y cebolla pochada (preciosas laskas que fotografía Edu en modo porn food, muy ricos, aunque la zona de las espinas demasiado salada en el caso del taco de Nesss; el de Edu, perfecto), un txuletón de brontosaurio que nada más llegar a la mesa hizo decir a Nesss que no pediríamos un segundo (al llevarlo por la mitad pedimos que recalentaran, porque íbamos a beber de vez en cuando y la cantidad de carne era enorme), de sabor y textura, impresionante, no bajaba el nivel de lo que nos iban sirviendo; y finalmente de postre, queso, dulce de manzana casero para untar (muy original y rico), y nueces bastante más fáciles de abrir que en otras sidrerías, por lo que no hubo que estigmatizarse las manos. Total, 38€ cada, que era lo que ponía en la pizarra en la puerta de entrada al local. Edu afirma sorprendido que nunca hemos visto ese nivelazo de calidad + cantidad de comida, en todos los platos, y a un precio que actualmente es el normal.
Al llegar, solamente estamos acompañados del dueño y su familia y un señor que leía el periódico en la mesa al fondo a la izquierda, aparentemente disfrutando del menu del día normal. La camarera rumana nos explica que podemos beber de las que tienen grifo, estén en la sala común o en la sala acristalada. Y le hicimos caso: bebimos de todas la kupelas con grifo múltiples veces, comprobando que cada kupela tiene sidra con sus matices. En un momento dado vinieron a comer una pareja ataviada de bomberos de El Salvador con un guía local, pero no vino nadie más.
Tanto la camarera como la cocinera nos preguntan que por qué no nos sentamos. La respuesta fue que somos de la vieja escuela, de cuando no había bancos. Tras leer en un bertso que hubo algún cambio en 2016 en la sidrería, preguntamos a la camarera si cambiaron de dueños o qué fue, y nos remitió al jefe, quien estaba comiendo con su hija menor. Nos explica que hicieron una reforma ese año, pero que siguen siendo los mismos, y que hay futuro (la hija deja claro que tiene hermanos mayores que espera que se hagan cargo de la sidrería antes que ella).
Les pedimos tras el bakalao que ya les avisaríamos para sacar la carne. La camarera, sorprendida por la petición, nos explica que necesita 7 minutos en hacerse por cada lado. Luego resultó que no tardamos mucho en pedir que empezaran a hacerla. Justo en el momento de sacarnos el txuletón, el jefe lanza un txooootx que hicimos en la parte del jardín. Se sorprende de que nadie se quejara por la lluvia, ya que él se estaba mojando mucho, y la razón era que estaba de lleno bajo la gotera que había en las (para nada impermeables) lonas que cubrian aquella zona. Edu hace un txotx de la gotera pero no acaba de degustar el trago.
Fuimos los últimos en salir, una vez más. Vimos los horarios de los trenes para volver a Hernani, y eso nos animó a salir de la sidrería hacia las 17:00, bastante satisfechos y con el morro caliente pues hubo incontables tragos.
Al día siguiente, nada más llegar a Zaragoza en tren, y tras pasar rápìdamente por casa para dejar la bolsa, Edu queda con Hilario para cenar unas madejas y longaniza en La Flor de la Sierra, dieta vegana perfecta para después de un finde de sidrerías.